Supongo que no se puede ser spoiler si se habla de dos películas de los años 60 pero, por si acaso, aquí va la advertencia de que van a ser destripadas un poquito.
En 1960, un notable director de películas de ciencia ficción, George Pal, se atrevió con una obra de H. G. Wells: The Time Machine (La Máquina del Tiempo). La adaptación se estrenó en España con el nombre de "El Tiempo en sus manos", supongo que por darle una pincelada lírica a un título de por sí bastante explícito.
En ella, un apasionado y romántico cientifico (Rod Taylor) lleno de sueños y buenas intenciones, inventa una máquina que le permite viajar por el tiempo. Monta una cena en su casa con sus amigos con el fin de enseñarles la máquina. El grupo, intelectuales y científicos de finales del XIX, muestra un amplio conocimiento de la realidad social, cultural e intelectual de su época y especialmente el protagonista, un hombre culto en todas las areas de la ciencia y las humanidades, que muestra preocupación por el devenir del camino de la humanidad bajo los parámetros de su época.
El bueno de Rod, viaja al futuro mucho antes que Marty McFly fuera llamado gallina en una cafetería. El extraño artilugio tampoco tiene mucho envidiar al mítico Delorean, a pesar de no tener condensador de Fluzo.
Como decía, el bueno de Rod tiene la esperanza de encontrarse una humanidad en paz. Un ser humano evolucionado hacia todas las virtudes posibles.
La realidad no puede ser más dura para nuestro ingenuo heroe, pues sus dos primeras paradas le muestran las consecuencias de las dos grandes guerras mundiales.
Ya es mala suerte, pero la tercera no es mejor, ya que se detiene en el momento de un cataclismo nuclear provocado por la tercera guerra mundial, que él señalaba en 1966.
Desesperado, logra huir en el último momento para comprobar que ese acontecimiento provoca el fín de todo lo conocido, oculto bajo una capa de cenizas y lava durante milenios.
Finalmente vuelve a vislumbrar la luz y detiene la máquina en el lejano 802.701. En esa época vuelve la calma y la paz; vuelve la vida, y con ella, la civilización. Una nueva especie, con forma humana, pero vacía de toda humanidad. Seres pacíficos, inocentes y absolutamente vacíos. Conviven con otra especie, nocturna, canibal y agresiva. El miedo continua.
Tras unas peripecias, sale por piernas de esa época y tras darse un paseo por el final cósmico de nuestro planeta, regresa a su tiempo, a su casa, con sus amigos.
Como es de esperar, sus razonables colegas se muestran escépticos con la historia que acaba de relatarles con tanta excitación. Nuestro hombre se lo piensa un momento y decide saltarse toda la historia de violencia que acaba de saber que le espera. Regresa al futuro, al momento en que una nueva humanidad puede empezar de cero. Cuando sus amigos se dan cuenta que se ha marchado, uno de ellos nota que falta un libro de su biblioteca. Se lo ha llevado consigo. Ante la curiosidad de saber qué libro ha elegido para construir un nuevo mundo, uno de ellos nos devuelve la pregunta: ¿qué libro te llevarías tú?
En 1966, François Truffaut, adaptó así mismo, la novela de Ray Bradbury: Fahrenheit 451 (Curioso que sea el año del Holocausto final de la novela de Wells)
"La película se sitúa en una sociedad posterior al año 1990, en donde la
tarea de los bomberos ya no es la de apagar incendios (las casas de ese
momento no son inflamables) sino la de quemar libros, ya que, según su
gobierno, leer impide ser felices porque llena de angustia; al leer, los
hombres comienzan a pensar, analizan y cuestionan su vida y la realidad
que los rodea. El objetivo del gobierno es impedir que los ciudadanos
tengan acceso a los libros, pues vela para que los ciudadanos sean
felices, que no cuestionen sus acciones y rindan en sus labores."
En este caso nuestro héroe es un bombero, Montag, que empieza a pensar tras un encuentro con una joven y libre muchacha. Ella le cuestiona y le alimenta la curiosidad por los libros que quema. Montag comienza a leer y se produce una revolución en su interior que le lleva a cuestionar sus creencias y la vida montada en torno a ellas.
Tras cumplir el último encargo de quemar su casa y todos sus libros escondidos, decide salvar uno y huir con la chica.
Ella le muestra la comunidad de hombres y mujeres que han salido del sistema. Son los hombres-libro, pues cada uno de ellos ha memorizado un libro para salvarlo en espera de épocas más favorables. Lo trasladan de generación en generación. Inmediatamente me volvieron a la cabeza, una vez más, aquellas palabras oídas en los Andes: "Cada vez que un anciano muere, se cierra una biblioteca".
En las dos películas se nos muestra a los libros como herramienta de salvación de la humanidad. Todo el saber, el pensamiento, la experiencia de nuestra Historia es el hilo conductor que nos lleva a la evolución del ser humano. Es el arma más eficaz contra las fuerzas de la involución, oscuras y constantes.
Me gustaría conocer la respuesta a cada una de las dos cuestiones:
¿Qué libro te llevarías al futuro para empezar a construir una humanidad virgen?
¿Qué libro salvarías de la quema general para aprendertelo y hacerlo perdurar?
¿Te atreves?
#timemachine #lahuelladorada #truffaut #HGWells #Fahrenheit451
Fuente: Wikipedia
lunes, 27 de mayo de 2013
martes, 21 de mayo de 2013
Una barra de bar en un museo
Pertenezco a una generación y a un lugar que ha vivido cómodamente entre derechos fundamentales. Y ha sentido esa relativa comodidad sin haber tenido que luchar por conquistarlos. (Así debería ser para todos)
Pero ahora los ha perdido. Y cómo no ha conocido la lucha por su llegada, no sabe cómo hacer para recuperarlos.
Como todo aquel que necesita y quiere aprender, hay que volver la vista hacia los que más hayan tenido que luchar. Sólo debemos mirar a cualquier comunidad indígena, a las resistencias frente al fascismo, la revolución del pueblo en Francia, las luchas frente a las tiranías... o el esfuerzo de nuestros padres en este país de dos caras.
Hay gran diversidad de métodos para la conquista y distintas duraciones de los derechos conseguidos. Podemos saber que la violencia enfrentada a la violencia no ha tenido demasiados resultados duraderos.
Deja demasiadas marcas en el alma de los hombres para poder respirar la paz.
Otro colectivo, que históricamente ha tenido que arrancar derechos fundamentales a golpe de uñas, es la minoría afroamericana de uno de los paises que se señalan como protectores de la libertad y esos mismos derechos que les negaban a sus vecinos más oscuros de piel.
Esta sección de la barra de un bar se encuentra expuesta en un museo de los EEUU. ¿Cuál es la razón para que hayan arrancado este trozo de bar para llevarla a un museo de gran prestigio? ¿Alguna borrachera memorable? ¿Algún brindis histórico? ¿Alguna apuesta contundente?
La verdad es que no ocurrió nada de eso. Es más, ni siquiera ocurrió el acto más lógico que puede ocurrir en un lugar como ese: consumir algo. Y por eso está en un museo.
Cuatro jovenes negros se sentaron en esos taburetes con toda normalidad y pideron una consumición. Nada extraño. Lo único extraño e inexplicable es que ese era un acto que tenían prohibido. Su color de piel no es el adecuado. Pero ellos se sentaron, en silencio, tras pedir las bebidas. y no es que fueran unos muchachos que no conocieran las mutilantes normas, lo sabían y desobedecieron con toda conciencia. Era la rancia américa de 1960 y ese acto, que a cualquiera de nosotros nos parece tan normal y simple, se convirtió en la tecla que cambió las cosas.
Permanecieron en el local todo el día. Sin nada frente a ellos.
Al día siguiente, fueron muchos más. Y al otro aún más. finalmente el ejemplo estalló como un Big Bang por todos los lugares, sumando blancos avergonzados por su conciencia. Todo un ejemplo de viralidad, como nos gusta decir ahora.
Y no fue fácil, pues si os fijais en los ojos de los ignorantes que asedian a los protestantes vereis al de siempre.
Son los que señalan a la gente diferente; los que aprietan los gatillos; los que callan frente a las injusticias; los que lloran de amargura en soledad.
Ese acto funcionó. Los derechos se recuperaron.
Nunca se sabe cómo ocurre. No se puede preveer, pero a veces, un acto que parece simbólico y aislado se convierte en el encendido de la mecha. Esos muchachos valientes no tenían una expectativa tan grande en su acción, aunque seguro que una esperanza les empujó a dar un paso al frente. Hoy tenemos la barra del bar en un museo, y deberíamos tener el asiento del bus de Rosa Parks, y la pequeña rueca de Gandhi, y la baldosa que pisas ahora mismo.
#derechosfundamentales #rosaparks #noviolencia #4degrensboro
Fuentes: Kurioso
Pero ahora los ha perdido. Y cómo no ha conocido la lucha por su llegada, no sabe cómo hacer para recuperarlos.
Como todo aquel que necesita y quiere aprender, hay que volver la vista hacia los que más hayan tenido que luchar. Sólo debemos mirar a cualquier comunidad indígena, a las resistencias frente al fascismo, la revolución del pueblo en Francia, las luchas frente a las tiranías... o el esfuerzo de nuestros padres en este país de dos caras.
Hay gran diversidad de métodos para la conquista y distintas duraciones de los derechos conseguidos. Podemos saber que la violencia enfrentada a la violencia no ha tenido demasiados resultados duraderos.
Deja demasiadas marcas en el alma de los hombres para poder respirar la paz.
Otro colectivo, que históricamente ha tenido que arrancar derechos fundamentales a golpe de uñas, es la minoría afroamericana de uno de los paises que se señalan como protectores de la libertad y esos mismos derechos que les negaban a sus vecinos más oscuros de piel.
Esta sección de la barra de un bar se encuentra expuesta en un museo de los EEUU. ¿Cuál es la razón para que hayan arrancado este trozo de bar para llevarla a un museo de gran prestigio? ¿Alguna borrachera memorable? ¿Algún brindis histórico? ¿Alguna apuesta contundente?
La verdad es que no ocurrió nada de eso. Es más, ni siquiera ocurrió el acto más lógico que puede ocurrir en un lugar como ese: consumir algo. Y por eso está en un museo.
Cuatro jovenes negros se sentaron en esos taburetes con toda normalidad y pideron una consumición. Nada extraño. Lo único extraño e inexplicable es que ese era un acto que tenían prohibido. Su color de piel no es el adecuado. Pero ellos se sentaron, en silencio, tras pedir las bebidas. y no es que fueran unos muchachos que no conocieran las mutilantes normas, lo sabían y desobedecieron con toda conciencia. Era la rancia américa de 1960 y ese acto, que a cualquiera de nosotros nos parece tan normal y simple, se convirtió en la tecla que cambió las cosas.
Permanecieron en el local todo el día. Sin nada frente a ellos.
Al día siguiente, fueron muchos más. Y al otro aún más. finalmente el ejemplo estalló como un Big Bang por todos los lugares, sumando blancos avergonzados por su conciencia. Todo un ejemplo de viralidad, como nos gusta decir ahora.
Y no fue fácil, pues si os fijais en los ojos de los ignorantes que asedian a los protestantes vereis al de siempre.
Son los que señalan a la gente diferente; los que aprietan los gatillos; los que callan frente a las injusticias; los que lloran de amargura en soledad.
Ese acto funcionó. Los derechos se recuperaron.
Nunca se sabe cómo ocurre. No se puede preveer, pero a veces, un acto que parece simbólico y aislado se convierte en el encendido de la mecha. Esos muchachos valientes no tenían una expectativa tan grande en su acción, aunque seguro que una esperanza les empujó a dar un paso al frente. Hoy tenemos la barra del bar en un museo, y deberíamos tener el asiento del bus de Rosa Parks, y la pequeña rueca de Gandhi, y la baldosa que pisas ahora mismo.
#derechosfundamentales #rosaparks #noviolencia #4degrensboro
Fuentes: Kurioso
lunes, 20 de mayo de 2013
Siddartha busca empleo
Kamaswami entró; era un hombre vivo, ágil, de pelo recio y canoso, de ojos cautos, prudentes, de boca codiciosa. Se saludaron amistosamente amo y huésped.
-Me han dicho- empezó a decir el comerciante- que eres un brahmán, un hombre instruido, pero que buscas un empleo en casa de un comerciante. ¿Es que has caído en la pobreza, brahmán, para verte obligado a solicitar un empleo?
-No -dijo Siddhartha-, no he caído en la pobreza, ni he estado nunca en ella. Sabrás que vengo de los samanas, con los que he vivido mucho tiempo.
-Si vienes de los samanas, ¿cómo puedes dejar de estar en la pobreza? ¿Es que los samanas no carecen de todo?
-Yo carezco de todo -dijo Siddhartha-, es como tú piensas. Ciertamente que carezco de todo. Sin embargo, carezco de todo voluntariamente; por eso no estoy en la pobreza.
-¿Y de qué quieres vivir si no tienes nada?
-Todavía no he pensado en ello, señor. He vivido en la pobreza más de tres años, y nunca he pensado en de qué vivir.
-Entonces es que has vivido de la hacienda de otro.
-Posiblemente. También los comerciantes viven de los bienes de los demás.
-Bien hablado. Pero no toma lo de los otros de balde; les da a cambio sus mercancías.
-Así es como debe ser en realidad. Todos toman, todos dan; así es la vida.
-Pero permite: si tú no tienes nada, ¿qué puedes dar?
-Cada cual da lo que tiene. El guerrero da fuerza; el comerciante da mercancías; el maestro, enseñanzas; el labrador, arroz; el pescador, peces.
-Muy bien. ¿Y qué es lo que tú tienes para dar? ¿Qué es lo que tú has aprendido, qué es lo que sabes?
-Yo sé pensar. Yo sé esperar. Yo sé ayunar.
-¿Eso es todo?
-¡Creo que eso es todo!
-¿Y para qué sirve? Por ejemplo, ¿para qué sirve el ayunar?
Para mucho señor. Cuando un hombre no tiene nada de comer, ayunar es lo más razonable que puede hacer. Por ejemplo, si Siddhartha no hubiera aprendido a ayunar, hoy tendría que aceptar cualquier trabajo en tu casa o en cualquier otra parte, pues el hambre le hubiera obligado a ello. Pero, de esta forma, Siddhartha puede esperar tranquilamente, no conoce la impaciencia, no conoce la necesidad, puede dejarse sitiar largo tiempo por el hambre y puede reírse de todo. Por esto es bueno ayunar, señor.
#siddartha #HermanHesse
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