domingo, 13 de noviembre de 2011
Pekín Express
Interesante programa la noche de los domingos en Cuatro. Supongo que lo conoces pues esta es su cuarta edición. La novedad de este año es el cambio de escenario y en lugar de recorrer Asia, han pasado a celebrar su peculiar carrera en la tierra madre africana.
Debo confesar que no he visto las anteriores ediciones. O, por lo menos no las he seguido semana a semana.
Me gusta porque permite muchas lecturas desde distintos ángulos. Las parejas concursantes deben recorrer grandes distancias sin dinero. Están abandonados a su suerte y, sobre todo, a la generosidad de su entorno.
Paran coches en medio de la carretera para que les lleven gratis al lugar de destino, duermen en casas a las que pican a la puerta como desconocidos, siempre apelando a la hospitalidad de la gente que se encuentran. En ocasiones logran que la gente les pague billetes de autobús, o les ayudan, muy comprometidos en cualquiera de las pruebas que deben superar.
Insisto, siempre contando con lo mejor de una gente a la que, de repente, una carrera de unos europeos les pasa por delante de la puerta.
El tratamiento del programa en general con la gente, la cultura y los países que recorren es bastante correcto. Hace pedagogía y trata de mostrar las verdaderas realidades de los lugares. Es de agradecer la ausencia de frivolidad.
Otra cosa son los concursantes. Hay de todo. Hay quien está encantado de la experiencia, hay quien compite, hay quien se asquea de todo y alguno hay que incluso ha mostrado comportamientos y actitudes claramente racistas y clasistas, que consiguieron removerme el estómago y sentir mucha vergüenza ajena. Pero esto es minoría, gracias a Dios.
Pasadas las semanas y con el lógico agotamiento de una carrera realmente dura, incluso los más motivados y encantados, comienzan a perder las formas, y lo que antes era todo educación ya se ha convertido en falta de respeto, desgana, y mala educación a veces con aquel al que le estás pidiendo un favor.
Pero creo que es producto del cansancio y la tensión, nada grave.
Lo que me gusta ver, programa tras programa, además de la evolución de los concursantes, y de los lugares que visitan, es la manera tan relativamente sencilla que tienen de ser ayudados en cualquier situación. Y están visitando los lugares más pobres del planeta. Siempre aparece alguien sonriendo ofreciéndose para transportarlos a cualquier lado, para cederles un espacio para dormir, para compartir su escasa comida, para conseguirles todo aquello que necesitan. Sin recibir nada a cambio. Sin suponer una molestia. Sonrisas y más sonrisas.
Gracias a ellos, una carrera- espectáculo como esta es posible.
Ahora hago el ejercicio de imaginarme la carrera al contrario. Sueltan en Europa a varias parejas de indígenas africanos. Sin un euro. Y... ¡Que comience la aventura!
Me los imagino en medio de la Diagonal, intentando parar uno de nuestros coches para ir a Tarragona, por ejemplo. ¡Pobres! ¿Qué les explicarán a los mossos de Puig?
Trato de pensar en ellos cuando tuvieran que picar una de nuestras puertas en la noche, pidiendo un espacio para dormir gratis... ¡Ojalá algún día la televisión pueda mostrar esa cara nuestra!
Esa misma carrera sería absolutamente imposible en nuestro entorno, pues como decía antes, apela a lo mejor de la gente. Cada día tenemos "negritos" abandonados por una patera que se encuentran en la misma situación que nuestros concursantes. Pero ellos, a pesar de no estar jugando, se juegan la vida y, en ocasiones la de sus hijos.
Cualquiera que haya viajado un poco y haya tenido la fortuna de atravesar esa línea imaginaria que separa el mundo rico del pobre, sabe que esa actitud de ayuda de la gente es constante. Y siempre con esas sonrisas....
Me gustaría que el entorno en el que debo criar a mis hijos fuera capaz de ayudar a quien lo necesita con la misma generosidad que ellos.
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