lunes, 10 de octubre de 2011

Desmontado paradigmas- "La ley del más fuerte"


A lo largo de mi vida, he dedicado mucho tiempo y energía a desaprender.

Al principio era un proceso largo y farragoso, tratando de cuestionar y analizar cada una de las verdades que venían incorporadas en mi educación.

Un día, en un supermercado observé una montaña de latas perféctamente apiladas. Al momento mi inquietante imaginación me trajo la imagen de todas esas latas como si fueran todas esas verdades que trataba de desmontar en mi cabeza. Estaba realizando una labor de extirpación quirurjica metódica, ordenada y pulcra. Pero por un momento, al observar detenidamente la montaña de latas pensé que lo mejor para desmontarla era quitar las de abajo. El resto se desplomaría.

Fué un gran descubrimiento, a la vez que un gran alivio. Las latas de abajo representaban las "grandes verdades" sobre las que se sostenían las demás. Los paradigmas o axiomas que daban validez al resto de pequeñas verdades. Al localizarlas y extraerlas primero, las demás caían solas.

Una de esas grandes verdades aceptadas interiormente, sin que pasen por un higienico proceso de revisión, es una frase comúnmente aceptada como una verdad incuestionable: "La evolución es el proceso de supervivencia del más fuerte."

Y nos quedamos tan anchos.

Pero, ¿de dónde viene esa visión? y, sobre todo, ¿cuánto de verdad contiene esta afirmación?

En 1831, uno de esos hombres excepcionales que nos regala la historia de vez en cuando, cruzaba la pasarela del Beagle, el barco en misión científica en el que le habían contratado, para una travesía que duró cinco intensos años. Un viaje cuyos resultados cambiarían para siempre nuestra mirada sobre el mundo. Y sobre nosotros mismos.

Charles Darwin puso su mirada en todo lo que vió para mostrarnos el proceso más mágico de todos los que hemos sido capaces de comprender. Nos enseñó que la vida no es algo quieto, estable y completo. Es un proceso dinámico, en constante cambio. Nos abrió la puerta a la magia de la evolución.

Era tan grande lo que descubrió que pasó más de 20 años antes de dar a conocer públicamente su idea. ¡Todo un ejemplo de prudencia y humildad! Al final, presionado, casi fue obligado a proponer su teoría de la evolución de las especies.

El mismo trató de poner mucha prudencia en sus ideas, temiendo que pudieran ser malinterpretadas o que trajeran grandes males para la humanidad. Desgraciadamente no lo consiguió, pues si el humano puede cagarla, no hay casi ninguna duda de que lo hará. El miedo de Darwin se vió confirmado con el nazismo, la eugenesis y algo más difuso, pero más tenebroso si cabe, llamado Darwinismo social, para mayor verguenza del pobre Charles.

Algunos tratan de mezclar las leyes de la biología con el comportamiento social. Si bien tienen puntos en común, la segunda dispone de un elemento del que carece la primera: la conciencia.

Si indagas un poco por el concepto del darwinismo social, podrás comprobar como se ofrece como colchón intelectual, filosófico y científico de ciertas verdades que hacen que el mundo de los humanos sea tal como es. Este sistema social que hemos montado está diseñado para ser una competición entre nosotros, para ver quién es el que prospera, como si fueramos machos enseñando nuestras plumas ante la frágil hembra que está tratando de seleccionar nuestros genes. El más fuerte sobrevivirá. el débil desaparecerá por el simple hecho de serlo.

El mismo Darwin, que ya tuvo que pelear en vida con esa inexacta visión, defendió en su día que la política social "simplemente no podía guiarse por principios de lucha por la supervivencia y selección natural".

Ese principio justifica la mayor parte de las desigualdades que vivimos en este planeta y es pilar fundamental de la cultura de violencia que sufrimos.

Ese principio es falso. O por lo menos inexacto. La teoría de Darwin no nos habla exclusivamente de la supervivencia del más fuerte, sino de la supervivencia del más apto.
A veces, y solo a veces, el más apto es el más fuerte.

En otras ocasiones, el más apto es el más débil. Sólo hemos de mirar nuestro glorioso pasado evolutivo, cuando vivíamos llenos de pelos, quitándonos los piojos unos a otros en las ramas de los árboles. Llegó un momento en que allí no había paraíso para todos, así que los más fuertes, seguramente, bajaron a hostias a los más débiles, quedándose para ellos las copas de los árboles.

El pobre y débil animal humillado, se encuentra en el suelo con un cuerpo adaptado para los árboles. Pero se defiende. Poco a poco se yergue y libera sus extremidades delanteras. Hoy, este que escribe y tú que lees, somos descendientes de esas pobres bestias que fueron los más débiles en los árboles y los más apañados a dos patas.

Otro ejemplo para demostrar que ese axioma no es válido, es que si el éxito en la evolución se basará en ser más fuerte, no ha habido sobre la Tierra animales más fuertes y grandes que nuestros primos los dinosaurios. Pero mira por donde los que progresaron en uno de los mayores cataclismos que hemos debido afrontar fueron los pequeños mamíferos. Como antes en el mar los que prosperaron fueron los que se adaptaron a respirar oxigeno y ser débiles en el agua.

Ese es el principio verdadero: la supervivencia del más fuerte, se transforma en el progreso del más apto.
Quizás ahora las actitudes que nos hagan más aptos para progresar en la vida no sean las propias de ser el más fuerte, acaparar posesiones, cometer injusticias, ejercer la violencia en cualquiera de sus formas. Quizás el más apto sea el que tenga comportamientos más solidarios, como esas partículas primigenias que se asociaron para crear los primeros micro-organismos. O quién adopte posturas más generosas, más empáticas o simplemente el que sea capaz de vivir con amor... En fin, ese es un enigma que se resolverá en milenios.

Pero para mí es muy oxigenante el haberme quitado esa visión de competencia por asegurarme un puesto en el podio de los supervivientes. Debo ser yo mismo, en mi mejor versión y esperar a ver qué pasa. Pero ya no me trago el cuento de los más fuertes que se creen con derecho a pasar por encima de mí en virtud de ese principio. O de aquellos que me señalan que siendo bueno en este mundo no se llega a ningún sitio. Y mucho menos acepto que el mundo exija el sacrificio de los más débiles como ley cósmica, para justificar este sistema actual. Amén..

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