viernes, 11 de septiembre de 2009

Victor Hugo













Plenitud

Puesto que apliqué mis labios a tu copa llena aún,
y puse entre tus manos mi pálida frente;
puesto que alguna vez pude respirar el dulce aliento
de tu alma, perfume escondido en la sombra.

Puesto que me fue concedido escuchar de ti

las palabras en que se derrama el corazón misterioso;

ya que he visto llorar, ya que he visto sonreír,
tu boca sobre mi boca, tus ojos en mis ojos.

Ya que he visto brillar sobre mi cabeza ilusionada
un rayo de tu estrella, ¡ay!, siempre velada.

Ya que he visto caer en las ondas de mi vida
un pétalo de rosa arrancado a tus días,

puedo decir ahora a los veloces años:

¡Pasad! ¡Seguid pasando! ¡Yo no envejeceré más!
Idos todos con todas nuestras flores marchitas,
tengo en mi álbum una flor que nadie puede cortar.

Vuestras alas, al rozarlo, no podrán derramar
el vaso en que ahora bebo y que tengo bien lleno.

Mi alma tiene más fuego que vosotros ceniza.

Mi corazón tiene más amor que vosotros olvido.


Si pudiéramos ir
Él decía a su amada: Si pudiéramos ir
los dos juntos, el alma rebosante de fe,

con fulgores extraños en el fiel corazón,
ebrios de éxtasis dulces y de melancolía,

hasta hacer que se rompan los mil nudos con que ata
la ciudad nuestra vida; si nos fuera posible

salir de este París triste y loco, huiríamos;
no se adónde, a cualquier ignorado lugar,

lejos de vanos ruidos, de los odios y envidias,

a buscar un rincón donde crece la hierba,
donde hay árboles y hay una casa chiquita
con sus flores y un poco de silencio, y también

soledad, y en la altura cielo azul y la música
de algún pájaro que se ha posado en las tejas,
y un alivio de sombra... ¿Crees que acaso
podemos
tener necesidad de otra cosa en el mundo?

Victor Hugo







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