Asomado a un breve reflejo, he podido verte entre las sombras del telón.
Te he sorprendido en la danza del que maneja los hilos,
con pasión, con ternura
y la delicadeza del que conoce lo importante que es
sostener un frágil Universo en la palma de la mano.
La marioneta nace al ser tocada por tus manos,
y danza la melodía de la existencia temporal.
Ella no es consciente de que son tus manos las que la hacen volar,
no siente el tacto ni el aliento de la dulzura,
ingenua actriz involuntaria de un espectáculo cósmico
de vida y muerte.
Pero he alzado la cabeza por encima del miedo
y no he podido dejar de verte, de amarte.
Si en mi rostro ha nacido la paz al conocerte,
en el tuyo la sorpresa refleja lo poco acostumbrado que estás a esas miradas,
y me hace pensar si en tu soledad puedes sentirte amado.
Cuando el cine y la poesía hacen el amor, germinan cosas como esta escena de la película "La double vie de Veronique", del cineasta polaco Kieslowski.
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