miércoles, 7 de mayo de 2008

Lo malo se ve. Lo bueno se siente.



Hubo un tiempo en que al caminar sólo veía las cosas que me dañaban el corazón. Incluso llegué a creer que sólo existían estas.

De vez en cuando, una excepción se cruzaba en mi camino en forma de huella dorada para darme aliento y no claudicar. Pequeños oasis de bondad o de belleza que alimentaban mi alma y me animaban a continuar adelante en busca de algún lugar donde el brillo del Sol no sufriera confusiones.

Un tiempo después comprendí que lo malo es más visible pues se muestra de forma más evidente y espectacular que lo bueno.

Para ver el brillo de las almas tuve que ajustar mi enfoque.

Lo bello, lo extremadamente bueno se muestra en formas sutiles y silenciosas. Lo bueno no necesita publicidad, pues forma parte de la intimidad de la vida.

Lo bueno es simple.

Ideal para los ojos de un niño.

Cada día en mi caminar encuentro mil pequeñas cosas que me han hecho sonreir y una mala sobredimensionada. Cada día compruebo que puedo percibir todo lo malo que me rodea y gran parte de lo bueno que soy capaz de ver y comprender. El balance es muy positivo.

Ya no se si me explico pero os puedo hablar de esa chica joven que se estaba despidiendo de su chico. Ella le ha dedicado una sonrisa que ha iluminado la calle por su sinceridad y belleza. Un brillo sólo perceptible para quien se fija en una sonrisa que ni siquiera va dirigida a él.

Creo que esa maravilla sólo la hemos disfrutado el novio y yo.

Al doblar la esquina, unos pasos más adelante, me tropiezo con mi reflejo en el escaparate de una tienda y me sorprende ver la sonrisa de esa chica insertada en mi rostro.

Cambio el enfoque y observo una señora en el interior de la tienda que me mira y automáticamente responde a mi sonrisa con otra.

Comprendí las olas silenciosas que transportan lo bueno.

Uno pasos después, esperando para cruzar un semáforo se han detenido a mi lado dos mujeres jóvenes en bicicleta que llevaban una animada conversación. Detrás de cada una, en unas sillas especiales, dos niñas de unos cuatro años tenían la suya. Madres e hijas en dos mundos paralelos.

Particularmente me hubiera sumado de buena gana a la conversación de las pequeñas.

Como digo, pequeñas luciernagas que alumbran mi camino.

Equilibrio que aporta paz.

2 comentarios:

Norka Pérez Lozada dijo...

hola. Cómo estas? me alegra que ese ruido de olas de momentos bellos hagan el balance al resto de las cosas que a veces vemos como malas. lo mismo me pasa a mi cuando me desenfoco, pero cuando entono con el corazón veo y siento la orquesta de felicidad que reside en el interior y se multiplica cuando nos conectamos desde el centro con otros.

espero estes bien, recibe un abrazo.

Anónimo dijo...

''~``
( o o )
.oooO--(_)—Oooo

Desde el momento en que nuestro enfoque cambia, el bien será siempre perceptible. Cuando miras atrás te das cuenta que nada ha cambiado, que tan sólo son tus ojos
que ahora observan más allá de lo visible. Es entonces cuando comprendes que todo
estaba en ti, dentro de ti.
TQM,
Kisses
Sandra.

oooO
( ) Oooo
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(_/